Así habló INRI CRISTO:
«En los mandamientos de la ley divina está previsto que se debe guardar el sábado del SEÑOR. ‘Recuerda de santificar el día de sábado. Trabajarás por seis días, y harás en ellos todas tus obras. El séptimo día, pero, es el sábado de SEÑOR tú DIOS; no harás en él obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el peregrino que está dentro de tus puertas…’ (Éxodo c.20 v.8 a 10). Pero ¿por qué el SEÑOR ha determinado que se guarde el sábado? ¿Por qué el SEÑOR dice: ‘Guardad mis sábados’?
Porque sábado es el día de renovar la simbiosis con el SEÑOR, de pensar en Él más que en los otros días; sábado es el día que Él reservó para derramar bendiciones sobre los elegidos, los que observan la ley divina; los demás permanecen huérfanos, desamparados. Es algo muy sutil, pero extremadamente profundo. El que guarda el día de sábado por respeto al SEÑOR, está dispuesto a recibir las bendiciones que Él solo derrama en este día. Pero no es el SEÑOR quien necesita del sábado; son los elegidos los que necesitan renovar la simbiosis y recibir la bendición del SEÑOR. Ese es el significado metafísico del texto bíblico y por eso el SEÑOR repite siempre de nuevo por la boca de los profetas en el transcurrir de los siglos: ‘Guardad mis sábados’ (Levítico c.26 v.2).
Hay un pasaje bíblico donde el SEÑOR estableció que fuera apedreado hasta la muerte que violara el sábado. En Éxodo c.35 v.2 está escrito: ‘Seis días trabajarás, pero el séptimo día santo será para ti, pues es sábado de reposo al SEÑOR; cualquiera que en él hiciere obra alguna, morirá’. Y en Números c.15 v.32 a 36: ‘Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de sábado. Los que lo hallaron recogiendo leña lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación. Y le pusieron en guardia; porque aún no estaba declarado lo que había que hacerle. Y el SEÑOR dijo a Moisés: ‘De cierto morirá aquel hombre; toda la congregación lo apedreará fuera del campamento’. Entonces toda la congregación lo sacó fuera del campamento, y lo apedrearon, y él murió, como el SEÑOR lo había mandado a Moisés’.
Como en aquellas circunstancias no existían penitenciarias y los hijos de Israel vivían como nómadas, entonces el SEÑOR estableció que fueran apedreados hasta la muerte los infractores, tanta era la gravedad de violar el día de sábado. Si Él determinase que una sola persona ejecutara al reo, el ejecutor asumiría la deuda carmática de la víctima; por eso Él ordenó que el pueblo lo hiciera en conjunto. En los días actuales es impactante escuchar que DIOS ordenó la lapidación de alguien, pero no es que Él haya mandado apedrear. Él Inspiró a Moisés a interpretar la ley, mostrándole que esa era la solución a ser puesta en práctica; al obedecer la orden del SEÑOR, nadie asumiría la deuda carmática del infractor. Además, el SEÑOR permitió que ocurriera un siniestro espectáculo cinematográfico para servir de ejemplo a los hijos de Israel y mantener la paz del ambiente, al final una imagen vale más que mil palabras.
Hace dos mil años, cuando permití a los discípulos cosechar espigas en sábado (Mateo c.12 v.1 a 12), les dije en la ocasión que hasta el sábado el Hijo del Hombre es SEÑOR, porque siendo el Hijo de DIOS, yo tenía el poder y el derecho de los autorizar hacer algo con mi consentimiento incluso el sábado. En los tiempos actuales, a veces ocurre una emergencia en el día de sábado; entonces los discípulos(as) solicitan y yo autorizo hacer lo que es necesario. Cuando yo no esté aquí en la Tierra, cada uno debe tratar de organizarse en los otros días de la semana y respetar el sábado del SEÑOR. Pero es obvio que la racionalidad, el sentido común deben prevalecer. Si el día de sábado tu hermano se rompe la pierna, es menester llevarlo al médico; si una mujer tiene que dar a luz, tú puedes e incluso debes ayudarla. Son las excepciones de la regla; hay que proceder racionalmente. Lo que no se puede hacer el sábado es trabajar deliberadamente sin necesidad, sin un motivo fuerte.
Cuando el emperador Constantino, en el siglo IV, solapó, almacenó lo que había quedado de mi antigua iglesia (que en sus inicios era denominada Secta del Nazareno), él determinó que se reemplazara el día de descanso de los cristianos, el sábado, por el día de adoración de los paganos, domingo (Dies Solis), como forma de atraer adeptos y aumentar el poder del Imperio Romano. Pero para obligar a los cristianos a obedecer este decreto, Constantino tuvo que ordenar la muerte, el exterminio de quien continuara guardando el sábado; la mayoría de los cristianos eran judíos y tenían conciencia de que debían observar la ley del SEÑOR en lo tocante al sábado.
Así podéis comprender por qué los judíos, el pueblo a quien el SEÑOR ha dejado los santos mandamientos, por regla son prósperos económica y profesionalmente en cualquier país del mundo. Ellos se esfuerzan por observar la ley del SEÑOR y saben que así recibirán la bendición. Los que trabajan voluntariamente el sábado quedan girando en redondo, están siempre patinando en sus miserias, puesto que no están disponibles para recibir las bendiciones en el sábado del SEÑOR.
Recordad siempre, hijos míos: la paz de la casa del SEÑOR y de los hijos de Israel ha estado y estará siempre atesorada en la observancia de las leyes de SEÑOR».