Buscad, antes de todo, al Reino de DIOS y su justicia, y todas estas cosas se vos darán por añadidura” (Mateo c.6 v.33).

Así habló INRI CRISTO:

“El reino de DIOS está entre vosotros (Lucas c.17 v.20 y 21), porque él comienza en mi cuerpo y se extiende en el cuerpo de cada uno de vosotros que, llevando en consideración mis palabras, acatan la ley divina. Para que seáis felices, tendréis que vos librar de los sentimientos mezquinos, de la envidia, de la ambición a lo ajeno, de los vicios, de la fornicación… y con la pureza de un niño podréis vivir en el Reino de DIOS, como yo he dicho antes de la crucifixión: “Dejad venir a mí los niños, no los estorben porque de los que son como ellos es el Reino de DIOS. En verdad vos dijo: Todo lo que no recibir el Reino de DIOS como un niño no entrará en él” (Marco c.10 v.14 y 15). Mismo siendo adultos debéis vos mantener puros como una criaturita, para que encontréis la felicidad que tanto buscáis.

Después de que el ser humano busque la felicidad, el gozo, la alegría en las noches de orgías, en los bailes, en las boites, en fiestas, en la lujuria, en las alcobas sodomistas y gomorrientas, en los templos farisaicos (iglesias de los falsos profetas), etc., tornándose esclavo fanático, donde, al final, emboscado, cuando despierta, en la mayoría de las veces muy tarde, entre gemidos de dolor, convulsiones, angustias, decepciones, frustraciones, desilusiones… después de haberse hasta arrastrado como una lombriz, un reptil, atrás de obscuros objetos de gozo y de falsos amores, descubre que dolores y alegrías, vanos placeres, lo todo es nada, cesa la búsqueda y se vislumbra, entre lágrimas y sonrisas, que el verdadero amor, el verdadero gozo, el paraíso adormecía en su interior. Establece, entonces, una simbiosis con mi PADRE, SEÑOR y DIOS, que es el SEÑOR de la vida y del gozo, transformase en un ser reluciente que irradia amor y felicidad, de cuyas vibraciones emana el perfume del Edén.

La Biblia no relata donde estuve de los trece a los treinta años de edad y solo yo puedo decir: de los trece a los treinta años, yo comí manteca y miel hasta aprender a separar el bien del mal, cumpliéndose la profecía enunciada por Isaías: “Pues por eso el mismo SEÑOR vos dará esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y su nombre será Emmanuel. Él comerá manteca y miel, hasta que sepa rechazar el mal y escoger el bien” (Isaías c.7 v.14 y 15). “Comer manteca y miel” significa experimentar los pecados del mundo, hasta vencer al mundo. Por haber sido llevado por mi PADRE, sin libre arbitrio, a encharcarme en el barro de los pecados del mundo, aprendiendo en la carne a descifrar los enigmas del maligno que lleva los seres humanos a pecar, es que insistí que Juan me bautizase a fin de que, con el agua, límpiaseme de las impurezas (Mateo c.3 v.13 a 15). En este siglo, hasta 1979, encubierto por un seudónimo, sin libre arbitrio yo también buscaba la felicidad en las alcobas, en los bares, en el cabaret, en fin, en todos los lugares ilusorios del mundo profano (“Vendré a ti como un ladrón y no sabrás a que hora vendré a ti” – Apocalipsis c.3 v.3). Solo después del bautismo y del ayuno en Santiago de Chile es que supe que la verdadera felicidad, el verdadero gozo solo es posible estableciendo una simbiosis con DIOS. En este siglo, el SEÑOR DIOS, mi PADRE, no anunció a través de ningún profeta mi vuelta, porque yo mismo, en la última cena con los discípulos, anuncié: “Yo vos lo digo: No beberé ya más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi PADRE” (Mateo c.26 v.29). Y Él, el ALTISIMO, imprimió en la sábana que envolvía a mi cuerpo en el sepulcro (Sudario) mi rostro, y inspiró a los artistas para que describiesen, a través del arte, mi silueta, mi imagen, y hasta por canciones que anunciasen mi vuelta (escuchar la música “El Hombre” compuesta de Erasmo y Roberto Carlos…).

El rey Salomón, equivocado, dijo que es necesario, para ser feliz, la asociación (Eclesiastés c.4 v.9 a 11) y salió en busca de una ayuda, encontrando en el camino la mujer que lo llevó a la esclavitud de la idolatría. Bajó del pedestal del trono de rey para ser lacayo del príncipe de las tinieblas, adorador de ídolos, separándose temporalmente de DIOS (Reyes c.11 v.3 a 11).

No existe paraíso sin DIOS, felicidad sin Él es una quimera, una mera ilusión. ¡Hipócrita! ¡Ámate primero! Nadie puede ser feliz en cuanto no se amare, pues solo los que se aman, aman y pueden amar y transmitir amor. Amar es dar todo sin nada exigir en cambio. Solo quien se ama puede generar, irradiar amor y ser amado, transformándose en templo de DIOS.

Cuando se está feliz interiormente no importando donde se esté, hasta mismo en la celda de una prisión es posible sentirse feliz y hacer a los otros felices.

Si la felicidad está dentro del ser humano, todo lo que hiciere, todo lo que hable, donde esté, atraerá la felicidad; los espíritus de luz, emisarios del amor, de acuerdo con la ley de la atracción, se aproximarán (“En efecto, a todo lo que tiene se le dará y vivirá en la abundancia; pero al que no tiene le será quitado hasta lo que tiene” – Mateo c.25 v.29).”

Quién divulgar este mensaje será agraciado con bendiciones del cielo.

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