INRI CRISTO, el Hijo de DIOS, volvió a la Tierra y, en el día 28 de febrero de 1982, entró en la catedral de Belén del Pará, Brasil, a las ocho de la mañana de aquel Domingo, sorprendiendo el sacerdote Faustino Calixto Brito y otros, que engañaban a su pueblo exhibiendo una estatua, como de costumbre, argumentando adelante de los incautos e indefensos presentes que aquella estatua fría, hecha por mano de los hombres, era el CRISTO.

INRI CRISTO interrumpió la farsa llamada «misa», subió al altar, rompió las estatuas y expulsó a los sacerdotes comerciantes de sacramento, gritando: «¡Salgan de aquí ladrones mentirosos, adoradores de ídolos, comerciantes de falsos sacramentos! ¡Yo soy CRISTO!» El pueblo exultaba y lo aclamaba: «¡CRISTO! ¡CRISTO! ¡CRISTO!»

Al adentrar la catedral, INRI CRISTO suspendió el ritual de la farsa llama “misa”, vociferó contra el comercio religioso, la venta de sacramentos, la adoración de estatuas y expulsó los sacerdotes, gritando: «¡Salgan de aquí ladrones mentirosos, adoradores de ídolos, comerciantes de falsos sacramentos! ¡Yo soy CRISTO!»

Los sacerdotes, desesperados, viendo que fueron desenmascarados, en un último gesto de locura, objetivando todavía su sórdido comercio de sacramentos, llamaron a la policía. Los policiales, obedientes a sus órdenes y comandados por Faustino Calixto Brito (sacerdote jefe de la catedral), haciendo uso de violencia, llevaron cerca de dos horas para retirar al pueblo del interior del templo, quedándose únicamente el CRISTO sentado en una silla en cima del altar, que es su lugar, la misma silla que los sacerdotes la habían arrojado contra él para herirlo con la intención de derribarlo del altar, pero él la amparó con el brazo en un gesto magistral y, majestuosamente, la transformó en trono con la naturalidad y la sublimidad que le son peculiares.

Fue posteriormente conducido por decenas de policías que había afuera de la catedral, cuando el SEÑOR le dijo: «Mira, esta no es tu casa ni mi casa. Mi casa es tu casa. Esta es la casa de la idolatría, es la casa que vende tu nombre y mi nombre. Se parece a una prostituta, pues, mientras la prostituta vende su cuerpo, esta casa, que fue tu iglesia, vende los sacramentos que son su cuerpo. Y por causa de la iniquidad que reina en todas las iglesias, en ellas no hay más lugar para Mí, ni para ti, mi hijo. Por esto te ordeno: instituye hoy en la Tierra mi reino, anuncia al mundo que esta orden vino de Mí. Yo soy el DIOS de Abrahán, de Isaac, y de Jacob. Yo soy tu SEÑOR y DIOS, el mismo que abrió el mar para Moisés pasar y quien te confortó cuando agonizabas en la cruz. Soy el único SEÑOR del cielo y de la Tierra». En este momento dramático y de extrema gravedad, cuando una vez más el Unigénito de DIOS vino para los suyos y estos no lo recibieron (Juan c.1 v.11), nació la SOUST, Suprema Orden Universal de la Santísima Trinidad, única iglesia de CRISTO.

Única, porque aquella que él havia dejado instituida a través de Pedro, cuando dijo en singular: «… Tú eres pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia…» (Mateo c.16 v.18), se prostituyó y se degradó hasta el punto de ordenar la prisión del propio Hijo de DIOS en su interior. Pues, del lado de afuera de la catedral, ante el mirar estupefacto de millares de personas, INRI CRISTO, después de bendecir a su pueblo, que una vez más lo exultaba gritando: «¡CRISTO! ¡CRISTO! ¡CRISTO!», fue conducido a la central de policía, donde el delegado Dr. Hamilton César, en la presencia de Faustino Brito y de periodistas, lo despojó a INRI CRISTO de sus vestiduras, gritando histéricamente: «Hijo de p… ¿donde está tu poder? ¡Sálvate a ti mismo si eres el CRISTO!», conduciéndolo a una celda inmunda, cuando una vez más vociferaban: «¡Si eres CRISTO, sal de ahí! ¡Libértate de las rejas!», cumpliéndose lo que está en Lucas c.17 v.25 a 35.

Fue llevado en el mismo día de la central de policía al presidio llamado «San José», cuyo director, coronel José Bahía, exclamó: «¡La justicia no procesará Jesús Cristo de nuevo!» Sin embargo, presionado por el Vaticano, representado por los sacerdotes comerciantes de la prostituta, enferma y moribunda iglesia mercantil romana, el juez de derecho Dr. Jaime de los Santos Rocha le mantuvo cautivo por quince días en la celda nº14 de esa cárcel, violando las leyes brasileñas, una vez que de ningún crimen podrían acusarlo.

Todos los actos practicados por INRI CRISTO en el interior de la catedral eran legítimos; porque, hasta entonces, aquella era considerada la casa de DIOS. Él, viendo todo eso, no podría hacer otra cosa sino expulsar a los sacerdotes comerciantes y romper las estatuas, porque escrito está: «…el ídolo, obra de manos humanas, es maldito, el y quien lo ha hecho…» (Sabiduría c.14 v.8). Por lo tanto, toda y cualquier estatua es siempre un objeto maldito, dijo el SEÑOR DIOS.

INRI CRISTO, Unigénito de DIOS, después de haber peregrinado por veintisiete países, al llegar en Salvador, capital del estado de Bahía, Brazil, viniendo de Francia, se deparó con los templos repletos de estatuas y, al continuar su peregrinación por todas las capitales y ciudades brasileñas, vio que los sacerdotes estaban engañando a su pueblo, vendiendo casamientos, bautismos y cobrando hasta para enterrar los «muertos», además de tener participación en el comercio de las malditas estatuas, diciendo al pueblo indefenso que CRISTO era un pedazo de yeso, de cualquier metal o de barro frío, helado, hecho por las perecibles manos de los hombres. Olvidaran los sacerdotes ambiciosos y traidores que INRI CRISTO dijo en el tiempo que se llamaba Jesús: «Gratis los habéis recibido, dadlo gratis» (Mateo c.10 v.8). Y es por culpa del comercio de los sacramentos que DIOS, a través de su Primogénito, dijo que la iglesia romana es una prostituta.

Una vez más conviene esclarecer porqué DIOS, nuestro PADRE, en su infalibilidad e infinita sabiduría, la calificó tan severamente y de forma incontestable: la prostituta vende su cuerpo y la iglesia romana vende los sacramentos. A los ojos del SEÑOR, los sacramentos son siempre el cuerpo de cada templo. He aquí porqué Él calificó en carácter definitivo, incorregible e inapelable de prostituta a la iglesia romana.

A las veinte horas, cuando llegó al presidio transferido de la central de policía, INRI CRISTO nuevamente fue aclamado por los presos, que gritaban: «¡CRISTO! ¡CRISTO! ¡CRISTO!», siendo que algunos se arrodillaron para pedirle la bendición, y hasta los mismos soldados y oficiales doblaban sus rodillas delante del Hijo de DIOS cautivo y entregado a las manos de los pecadores, una vez más cumpliéndose las Escrituras (Lucas c.17 v.25 a 35).

Mientras en las afueras del presidio multitudes esperaban diariamente una oportunidad de ver el Verbo reencarnado, siquiatras y científicos estudiosos de la mente humana lo visitaban oficialmente con la prepotente pretensión de examinar a CRISTO. Pero en tanto, salían abismados, exclamando ante el director del presidio, Col. José Bahía: «¡Que inteligencia divina! ¡Nunca vi tanta sabiduría en una sola persona!»
No obstante, el Vaticano, movido por sus obvios intereses ocultos, también mandó su siquiatra, Hibraim Jorge, que, fumando un cigarrillo tras otro, caracterizando en su estado nervioso una postura inconveniente para alguien que tiene como profesión aquilatar el estado mental de su semejante, portador de condiciones síquicas anormales en consecuencia de su avanzada edad, se exaltó escleróticamente cuando INRI CRISTO dijo que, aún preso, se reservaba el derecho de mantenerse distante de la humarada y de los vicios.

Una vez que el siquiatra ya tenia un diagnóstico preestablecido por el Vaticano, contrariando los principios que orientan a la psiquiatría, no se detuvo en un análisis más profundo (como si esto fuese posible después de apenas unos minutos de dialogo y en un solo encuentro). Asumiendo una actitud de paladín de las causas justas, después de encender con sus manos temblosas, debilitadas por el vicio, un cigarrillo más, dijo que ¡el Hijo de DIOS era un loco peligroso! INRI CRISTO se limitó a responder a los periodistas que lo inquirieron con las siguientes palabras: «¿Loco? Sí, yo soy loco de amor por la humanidad. ¡Solo porque yo soy loco de amor por la humanidad es que yo volví, mismo después de haber sido crucificado!»

En consecuencia de los malévolos rumores que constantemente llegaban al presidio, procedentes de la moribunda iglesia romana, de que INRI CRISTO jamás seria suelto y que las procelas humanas pleiteaban una condenación para encerrarlo en una casa de locos, los periodistas lo indagaban: «Por fin ¿cuando saldrás de la prisión?» A lo que él respondía serenamente y lleno de convicción: «Cuando mi PADRE quiera. Únicamente cuando mi PADRE quiera saldré de aquí. Ningún minuto antes ni después».

Y el día 15 de marzo, para sorpresa y disgusto de todos los que son contra el reino de DIOS, las puertas de la cárcel se abrieron y el Hijo de DIOS fue llevado ante el pilatos de este siglo, Dr. Jaime de los Santos Rocha, que lo recibió cortésmente. En la presencia de varios abogados, periodistas, autoridades y populares que, extasiados, contemplaban a INRI CRISTO, en reconocimiento a la majestad del Hijo de DIOS, en un gesto histórico el magistrado se levantó y concedió la silla para que el juez supremo se sentara, argumentando de que él era diferente de Pilatos porque, en vez de crucificar al Hijo del Hombre, lo mantuvo en la prisión para protegerlo del odio de los sacerdotes y de los caifases de este siglo. Después de horas de diálogo sobre el reino de DIOS, aún dijo el juez Dr. Jaime de los Santos Rocha ante todos los testigos presentes que, si pudiese, le gustaría de pasar todo el resto de la tarde aprendiendo con el Verbo reencarnado. Cuando el Hijo del Hombre usó el baño del gabinete del magistrado para lavar su rostro, que estaba lleno de sudor debido a horas en audiencia, el Dr. Jaime de los Santos Rocha, en una actitud cariñosa, amasó una hoja de papel oficio, improvisando una toalla para que el Unigénito de DIOS pudiera secar el rostro, disculpándose el magistrado terrestre de no tener en ese momento una toalla convencional.

INRI CRISTO fue conducido posteriormente a la casa de su seguidor Haroldo Pina por el coronel José Bahía, que lloró al despedirse. Al cabo de una reunión con los periodistas que registraron su enigmática salida de la prisión, aceptó la invitación de la TV Guajará, canal 4 de Belén de Pará, para que hablase directamente a la gente que lo aguardaba ansiosamente. La iglesia comercial romana, ex-apostólica, en un último «canto de cisne», quiso volver a aquellas épocas donde se quemaba en la hoguera los cristianos que contrariaban sus barbaridades. Pensando que podrían revivirla a la mal afamada «Santa Inquisición», los sacerdotes traidores, amedrentados por la verdad que brota de la boca de INRI CRISTO, amenazaron que, si él se fuese a la televisión, ellos secuestrarían a sus seguidores y forzarían a la justicia para, arbitrariamente, internarlos en un manicomio.

Enfrente a esta amenaza, todos se quedaron atemorizados. Únicamente Guiomar (mujer de cincuenta y cuatro años de edad, sierva y discípula) permaneció fiel, y con Andrés (un adolescente de dieciséis años) lo acompañaron hasta la televisión Guajará, en Belén del Pará. INRI CRISTO habló bien más de hora a todos los cristianos que lo asistían, oficializando su definitivo desligamiento de la iglesia que otrora fuera su casa y su hija nacida de sus palabras a Pedro (Mateo c.16 v.18). La denominó, en esta noche, definitiva irrevocablemente, «iglesia católica comercial romana». En esta misma noche anunció, en presencia de millares de personas que lo veían por la TV, la institución del reino de DIOS en la tierra formalizado por la SOUST, Suprema Orden Universal de la Santísima Trinidad (siendo también Suprema Orden Católica de la Santísima Trinidad, puesto que las palabras «universal» y «católica» en la traducción se alternan en el mismo significado), que pasó a ser, desde entonces, la única iglesia de CRISTO, formándose así «un solo rebaño y un solo pastor» que es INRI CRISTO (Juan c.10 v.16).

Fuente: Libro DESPERTADOR Explosivo Vol.1

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