Así habló INRI CRISTO:
“Estaba sentado sobre el lecho, en el 2º alojamiento de la 1ª morada, en la sede del reino de DIOS, cuando, de repente, fui llevado para fuera de mi cuerpo. Las paredes desaparecieron y comencé a ver, hacia el rumbo de Umbará (barrio de Curitiba), una onda de fuego de una altura tan elevada que parecía llegar al infinito, semejante a un rollo de tela que se desenrolla cuando estirado, y venia girando en mi dirección. De cualquier lado que yo lo mirase: hacia el frente o hacia atrás, para izquierda o derecha, no había escapatoria. Solo vislumbraba este inmensurable rollo de fuego dirigido hacia mí, acompañado de un ruido ensordecedor a lo cual se mezclaban gemidos, gritos de personas… Y sintiendo que yo también iba a quemarme, pregunté dentro de mí: “Oh PADRE, ¿ qué hice yo? ¿Yo también pequé? ¿Cuál es mi pecado, SEÑOR?”

Como el círculo de fuego continuaba llegando a mi alrededor, vi que no había por donde escapar de este inmenso rollo de fuego y me acosté en posición fetal, posición que, en el pasado, yo adoptaba en último recurso, cuando veía que el vehículo en el cual viajaba iba irremediablemente a sufrir un accidente. Por lo tanto, encogido, cerré mis ojos y esperé por lo que iría suceder; el ruido era cada vez más fuerte, cada vez más próximo… De repente, cesó, y fue substituido por un silencio indescriptible. Después, yo solo escuchaba los gemidos, lejos, bien lejos, casi inaudibles. Entonces, en mi visión, abrí los ojos y vi que, a una gran distancia, el fuego se había apagado, no afectando únicamente el área donde estábamos los mios y yo. Alrededor de esta área verde, llena de paz, el fuego destruyera todo y solo sobraba una inmensa mancha negra, en cualquier dirección que yo mirase… Fue cuando volví a mi cuerpo físico y pude constatar que yo estaba sentado en el lecho y las paredes se habían reaparecido.

Esta fue la visión más terrible que ya tuve concerniente al fin del mundo: será aterrorizador. Me dio la impresión de que ni mis elegidos ni yo escaparíamos. Pero, en la área donde estamos, los míos y yo, que son mis herederos y herederos de mi PADRE, no habrá peligro, a pesar de las apariencias terribles. Y entonces, solo entonces, comprenderán el infinito poder de mi PADRE, SEÑOR y DIOS, y el gran milagro que Él lo tendrá realizado”.

INRI CRISTO se quedó tan atolondrado después de esta visión que no se le ocurrió la idea de anotar la fecha. Sabe, sin embargo, que fue por el año ochenta.

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